Durante la guerra contra la confederación Perú-Boliviana, tuvo lugar la primera campaña terrestre con una victoria conjunta de las Fuerzas Armadas de Chile. El 2 de noviembre de 1879, se constituyó el primer desembarco anfibio orgánico efectuado en el mundo que se ha convertido en un ejemplo típico tanto por su organización, como por su ejecución: el asalto y desembarco en Pisagua.
La consideración más importante para la realización de la Campaña de Tarapacá, era la elección del punto de desembarco. La ubicación del ejército peruano del sur estaba concentrado en Iquique, y la del ejército del norte lo estaba en la zona de Arica-Tacna. Esto hacía evidente la elección de un punto que impidiera la reunión de ambos, un lugar al norte de Iquique.
Se decidió desembarcar en Pisagua, que contaba con una guarnición de 1.400 soldados y cuya bahía estaba defendida en sus extremos norte y sur con cañones Parrot de 100 lbs.
El 28 de octubre se embarcaron en Antofagasta 9.500 soldados para el asalto anfibio. El convoy zarpó y a las 7 de la mañana del 2 de noviembre recaló en Pisagua.
El blindado “Cochrane”, al mando del Comandante Juan José Latorre, y la corbeta “O’Higgins”, al mando del Capitán Jorge Montt Álvarez, atacaron el fuerte sur.
Casi simultáneamente rompían fuego contra el fuerte norte la cañonera “Magallanes” y la goleta “Covadonga”, al comando del Capitán Manuel Orella Echanez y el Capitán Carlos Condell de la Haza, respectivamente.
El fuerte norte logró contestar sólo un cañonazo, y quedó silenciado por la excelente precisión de la artillería chilena. En el fuerte sur hubo mayor resistencia, pero el alto porcentaje de impactos de los buques la dejó pronto inoperante.
A las 8 de la mañana se podía iniciar el desembarco.Prestamente salía de los buques la primera oleada de desembarco con 450 soldados en 17 embarcaciones. Peruanos y bolivianos se parapetaron detrás de las rocas y abrieron fuego de fusilería causando numerosas bajas en tropa y bogas. En medio de esta lluvia de balas, lo chilenos llegaron a la playa, saltaron de los botes y con el agua a la cintura se precipitaron sobre las trincheras, para iniciar, después de abatir a los defensores, la penetración hacia el interior, mientras las embarcaciones regresaban a bordo en busca de una segunda oleada.
El ascenso fue penosísimo, por un camino empinado, arenoso y difícil, pero aún así hacían estragos en el enemigo, que hacía lo alto.
Con la artillería de los buques se atacó exitosamente el ferrocarril y los montones de carbón y salitre, donde se mantenían refugiadas gran parte de las tropas enemigas. Las granadas navales encendieron el salitre y comenzaron los incendios.
Mediante el desembarco de las sucesivas oleadas, el combate cobró mayor vigor, y tras bravo esfuerzo, las tropas chilenas llegaron hasta la pampa del Hospicio en la cumbre de la meseta, realmente agobiada por el cansancio.
El enemigo había retirado ya sus efectivos hacia el interior.
A las tres de la tarde se clavó la bandera chilena en un poste de Alto Hospicio y las naves ya silenciaron sus cañones.
Las bajas chilenas fueron de 58 muertos y de 173 heridos; las de los aliados fueron calculadas en 200 entre muertos y heridos.
En este desembarco, las fuerzas chilenas se ubicaron como cuña entre el ejercito aliado de Tarapacá y el de Tacna abarcando un importante acceso al territorio enemigo.
Encuentre la biografía del Almirante Juan José Latorre, AQUÍ.
La consideración más importante para la realización de la Campaña de Tarapacá, era la elección del punto de desembarco. La ubicación del ejército peruano del sur estaba concentrado en Iquique, y la del ejército del norte lo estaba en la zona de Arica-Tacna. Esto hacía evidente la elección de un punto que impidiera la reunión de ambos, un lugar al norte de Iquique.
Se decidió desembarcar en Pisagua, que contaba con una guarnición de 1.400 soldados y cuya bahía estaba defendida en sus extremos norte y sur con cañones Parrot de 100 lbs.
El 28 de octubre se embarcaron en Antofagasta 9.500 soldados para el asalto anfibio. El convoy zarpó y a las 7 de la mañana del 2 de noviembre recaló en Pisagua.
El blindado “Cochrane”, al mando del Comandante Juan José Latorre, y la corbeta “O’Higgins”, al mando del Capitán Jorge Montt Álvarez, atacaron el fuerte sur.
Casi simultáneamente rompían fuego contra el fuerte norte la cañonera “Magallanes” y la goleta “Covadonga”, al comando del Capitán Manuel Orella Echanez y el Capitán Carlos Condell de la Haza, respectivamente.
El fuerte norte logró contestar sólo un cañonazo, y quedó silenciado por la excelente precisión de la artillería chilena. En el fuerte sur hubo mayor resistencia, pero el alto porcentaje de impactos de los buques la dejó pronto inoperante.
A las 8 de la mañana se podía iniciar el desembarco.Prestamente salía de los buques la primera oleada de desembarco con 450 soldados en 17 embarcaciones. Peruanos y bolivianos se parapetaron detrás de las rocas y abrieron fuego de fusilería causando numerosas bajas en tropa y bogas. En medio de esta lluvia de balas, lo chilenos llegaron a la playa, saltaron de los botes y con el agua a la cintura se precipitaron sobre las trincheras, para iniciar, después de abatir a los defensores, la penetración hacia el interior, mientras las embarcaciones regresaban a bordo en busca de una segunda oleada.
El ascenso fue penosísimo, por un camino empinado, arenoso y difícil, pero aún así hacían estragos en el enemigo, que hacía lo alto.
Con la artillería de los buques se atacó exitosamente el ferrocarril y los montones de carbón y salitre, donde se mantenían refugiadas gran parte de las tropas enemigas. Las granadas navales encendieron el salitre y comenzaron los incendios.
Mediante el desembarco de las sucesivas oleadas, el combate cobró mayor vigor, y tras bravo esfuerzo, las tropas chilenas llegaron hasta la pampa del Hospicio en la cumbre de la meseta, realmente agobiada por el cansancio.
El enemigo había retirado ya sus efectivos hacia el interior.
A las tres de la tarde se clavó la bandera chilena en un poste de Alto Hospicio y las naves ya silenciaron sus cañones.
Las bajas chilenas fueron de 58 muertos y de 173 heridos; las de los aliados fueron calculadas en 200 entre muertos y heridos.
En este desembarco, las fuerzas chilenas se ubicaron como cuña entre el ejercito aliado de Tarapacá y el de Tacna abarcando un importante acceso al territorio enemigo.
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